viernes, 9 de agosto de 2013

El falo y la psicología masculina II

El falo y la psicología masculina (continuación)
por Robert M. Stein

Falo como fuente de las energías creativas del hombre
Claramente, Falo es la fuente de todas las energías creativas del hombre. Es una fuerza que siempre se mueve desde lo viejo, desde lo que es, hacia lo nuevo y lo desconocido. La curiosidad fálica es el principio activador que hay detrás de la imaginación creativa del hombre, pero la curiosidad penetrante y diseccionadora se vuelve destructiva y antihumana si Eros no conserva la integridad y el misterio del objeto desconocido.

Falo, la fuente generativa de la vida, es pura emoción, puro deseo. Todo pensamiento, impulso, imagen o idea es traído a la vida por Falo. Es espíritu puro, pura energía que todo lo emplea como material para dar forma a su urgencia creativa. En sus ganas insaciables de fertilizar y crear nuevas formas, no percibe ni le interesan las limitaciones humanas. Sin Falo nada se mueve, nada cambia. El miedo a Falo crea fragmentación y parálisis. Debo estar abierto y deseoso de recibir a Falo, de lo contrario no entrará en mí. De este modo, no tengo la relación adecuada con las cualidades femeninas y receptivas de mi alma, mi Útero espiritual se cierra y empiezo a marchitarme porque no puedo ser fertilizado y renovado por Falo. Útero, la tierra receptiva, es por lo tanto primaria. Sin Útero la fuerza vital no tiene quien la reciba, y la sangre de mi propia vida pronto cesará de fluir. Muerte.

Falo y lo femenino
Volvamos ahora a la mujer que estaba tan atemorizada por las cualidades fálicas de su hijo. En el hombre, la imagen interior de lo femenino arquetípico se configura en gran medida a partir de la experiencia que este tiene de su madre. Habitualmente, la mayoría de los hombres occidentales experimentan los aspectos receptivos y maternales de su propia psique como un rechazo de Falo. ¿Cómo podría ser de otro modo? Todo lo que sabemos acerca de los antiguos misterios femeninos indican que se centraban alrededor del culto a Falo. La mujer moderna esta tan apartada de aquellos misterios como lo estaba Edipo. En cuanto a esta madre, en vez de que su Eros abrace y humanice la potente energía fálica de su hijo, ella intenta someter y controlar con su ego a este espíritu irracional. En la medida en que el hombre ve la imagen interna de lo femenino como algo que rechaza a Falo, nunca podrá alcanzar una relación adecuada con su propio espíritu creativo, y lo mismo vale para las mujeres, como ahora veremos. Por tanto, lo femenino interior de cada hombre, su ánima, ha de cambiar antes de que un hombre pueda abrirse verdaderamente a Falo.



¿Cómo se manifiesta esta experiencia negativa de lo femenino en nuestro interior y en la vida? En los sueños de los hombres, un tema frecuente es la súbita aparición de la madre o de una figura materna justo en el momento en que el hombre está a punto de rendirse a sus deseos sexuales. La madre inhibe a Falo. Dado que la madre también se asocia con sentimientos blandos, tiernos y amorosos, y dado que Falo es la fuente de toda pasión, el hombre tiene grandes dificultades para armonizar su pasión con su amor cuando su experiencia del arquetipo materno es tan castradora. Las más de las veces este tipo de modelo arquetípico se instaura en relación con la esposa. A menudo he oído a una mujer expresar su dolor por no poder tener ternura e intimidad física con su marido, porque inmediatamente él quiere follar. Y a menudo he oído a un hombre quejarse de que su esposa dice no al sexo tras haberle excitado con la intimidad física. Este dilema común es una clara señal de que los dos miembros de la pareja padecen la misma relación negativa con Falo. Si la mujer cediera a la pasión sexual de su marido, sabe que los sentimientos tiernos e íntimos serían eliminados, pues también ella padece la plaga interior del rechazador arquetipo maternal.


La impotencia - mental, espiritual y física - es la consecuencia de la incapacidad que tiene el hombre de abrazar a Falo. Nada cambiará su sentimiento básico de inadecuación hasta que supere su miedo a Falo cuando éste empieza a excitarse, alzándose de forma numinosa desde la raíz de su ser. En el caso de la mujer es distinto. En la medida que ella se sienta conectada a la suavidad y receptividad de su Útero espiritual, se sentirá mujer, a menos que su ala esté insatisfecha por vivir únicamente la necesidad de pensar creativamente, de liberarse espiritualmente de su dependencia respecto a un hombre, de individuarse, se sentirá inadecuada e incompleta hasta que, también ella, permita a la plena potencia de Falo entrar en su conciencia. Pero una mujer puede llevar una vida relativamente plena, aunque inconsciente, durante muchos años antes de verse forzada a luchar con su miedo a Falo. Un hombre no puede. Le resulta esencial para su iniciación en la masculinidad.


La potencia fálica
Cuando la fuerza vital generativa (Falo) es plena y fluyente puede dar miedo, pero siempre inspira respeto y fascinación. El Falo erecto da respeto. Pero el Falo no está siempre erecto, la Fuerza Vital no siempre fluye hacia el exterior. A menudo se retira, o yace pacíficamente dormida. Amar a Falo no solo significa abrazar la propia potencia, sino también la propia impotencia. A menos que acepte sentirse débil, ridículo y desamparado, uno siempre temerá la potente irrupción de Falo. El Falo, como la vida, irrumpe como una gran fuerza fluyente, pero también refluye rápida y súbitamente.


Ahora que hemos relacionado el miedo a la potencia fálica y el miedo a la impotencia, podemos señalar algunas diferencias importantes entre la psicología masculina y la femenina. La incapacidad de iniciar una acción efectiva dirigida a la realización de un deseo tiende a hacer que el hombre se sienta impotente. No necesita actuar en la medida en que se siente capaz de actuar. Una mujer tiende a sentirse impotente especialmente cuando está sin deseo; al menos éste parece ser el caso cuando ella está conectada con la base de su naturaleza uterina. En la medida en que la mujer se sienta abierta para responder a los cambios de la vida, puede, sin sentirse inadecuada, aceptar tanto su pasividad como su incapacidad de actuar efectivamente sobre sus deseos. Por supuesto, puede experimentar dolor y frustración por sus necesidades no satisfechas; sin embargo, su sentido de potencia no depende tanto del poder para actuar, sino más bien de la conexión con su deseo y la fe en su capacidad de responder a su realización. 

Por ejemplo, una mujer joven y extremadamente pasiva vivió durante años en un estado de aislamiento sin ningún tipo de relación con hombres. Tras meses de análisis, en los que rechazó examinar su relación con los hombres y la sexualidad, finalmente reveló que no había encontrado nada malo en su situación en tales áreas. Su sentimiento de adecuación procedía de su fantasía de que tan pronto como el hombre conveniente apareciera en su vida, ella estaría lista para recibirlo. Reveló su identificación con la princesa de La Bella Durmiente al darse cuenta, repentinamente, de que sería incapaz de responder a su príncipe encantado aún en el caso de que apareciera. También un hombre puede vivir durante años en una fantástica ilusión acerca de su potencia. Pero su mito es que él tiene el poder de llevar a cabo su deseo, y que sólo está refrenándose hasta que llegue el momento oportuno.


Así pues, el hombre parece obtener su sentido de fuerza y poder a partir de su capacidad para actuar, mientras que la fuerza de la mujer parece basarse más en su deseo de responder. La exigencia de que Falo siempre esté erecto y capaz de autoafirmarse es, naturalmente, más común entre los hombres que entre mujeres, aunque muchas mujeres están interiormente infectadas por una exigencia similar. El hombre se encontrará débil y mutilado espiritualmente mientras esté atrapado en las siguientes ecuaciones:

Falo erecto = Potencia
Falo flácido = Impotencia

Además, se ve forzado a huir de sus ilusiones fantásticas de potencia fálica para poder mantener su sentido de adecuación y autoestima. La vida para él se convierte en una serie de evasiones. Le resulta intolerablemente dolorosa la realidad de su condición existencial y las dimensiones no-fálicas de su personalidad, de modo que las necesidades auténticas del alma siempre se le escapan y quedan irrealizadas.


Nuestra cultura occidental identifica el progreso y la productividad con la vitalidad y la fuerza masculinas. Lo productivo es potente y creativo; lo improductivo es impotente y destructivo. Sin duda, tales actitudes reflejan una comprensión errónea y una distorsión de la masculinidad. Un hombre puede liberarse de su fijación fálica sólo si experimenta y acepta gozosamente los estados de pasividad, inocencia y desamparo como expresiones de su receptiva naturaleza femenina. En vez de marchitarse con sentimientos de impotencia, el  hombre debe ser capaz de sumergirse profundamente en la fuerza de su propio deseo de ser fertilizado.


Fuente consultada:
Stein, R. M. El falo y la psicología masculina. En: Ser hombre (editor: Keith Thompson). Editorial Kairós (1991).

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