sábado, 19 de noviembre de 2011

El dios Hermes/Mercurio y la masculinidad (Primera parte)

Los dioses masculinos en la mitología griega
Son numerosas las interpretaciones que se le ha dado a la mitología griega con todo el conjunto de sus dioses, semidioses, héroes, bestias y otros seres fantásticos. Para el especialista en cultura griega G.S. Kirk, "los mitos se refieren ante todo al mundo de la naturaleza o a los hombres en tanto que insertos en la sociedad o rindiendo culto a los dioses... [son] referencia interna del entorno objetivo o la concepción humana del mundo externo". Pero también, los mitos pueden entenderse como realidad fundamental en la psique individual de las personas, así "...su referencia primaria no es solo la sociedad o el mundo exterior, sino los sentimientos del individuo... apelan esencialmente a cada persona individual en su esfuerzo por adaptarse a sí misma antes que a la comunidad o al entorno como tal". Basada principalmente en esta última concepción perfilaremos la imagen de Hermes o Mercurio, porque en el mundo actual los mitos, bajo la forma de imágenes o historias, nos fascinan y nos mueven más internamente, aún cuando ya no se presenten como objetos de culto o como interpretación del mundo externo. 
La mitología greco-romana está constituida por dioses masculinos y femeninos con características particulares y asociaciones a eventos naturales y sociales únicos. Los dioses masculinos Zeus (Júpiter entre los romanos), el padre de los dioses y dios del trueno; Ares (Marte), dios de la guerra; Dionisos (Baco), dios del vino; o Apolo, dios  solar de las artes y la filosofía, se presentan como divinidades de la luz, de lo que se puede ver, mostrar, lo que se expresa a través de la conciencia, sea o no racional. Los otros dioses: Hades (Plutón), dios del mundo subterráneo y de los muertos; Hefesto (Vulcano), dios de las fraguas y de las grietas y grutas volcánicas, y Poseidón (Neptuno), dios de los mares y de las profundidades, son los dioses de lo oculto, lo aislado, lo misterioso, de eso que no terminamos de entender porque no pertenece a la razón. Entre ellos deambula Hermes (Mercurio), dios de la comunicación, asociado con el comercio y los viajes, pero también con la astucia y el robo. Un dios que, al no tener centro ni lugar, puede moverse libremente, viajando entre los distintos reinos: el reino superior de los dioses inmortales, de la luz, la iluminación y la conciencia; el reino medio de los hombres mortales, del destino y del sufrimiento; y el reino inferior de la oscuridad, de lo inconsciente, de los misterios y de la muerte. Según el psicólogo Rafael López-Pedraza:

"Hermes penetra en el mundo entero gracias a su capacidad de establecer conexiones. Desde su borderline [línea de demarcación, asociado a lo fronterizo], se relaciona con las esferas de los otros dioses y tiene comercio psíquico con ellos. Él es el hacedor de conexiones y el mensajero de los dioses."

Por lo tanto, Hermes suele establecer conexiones con las características y los centros perfectamente definidos de los otros dioses, y dinamiza, en la personalidad de los hombres, los aspectos psicológicos que se asocian con ellos.

Hermes es un dios masculino como los demás del panteón olímpico que ya hemos mencionado, y, como dios de lo comunicativo, puede relacionársele como el conector de lo masculino en todo hombre con su esencia varonil, una conexión que se establece a través de su símbolo más característico: el falo. Bajo esta perspectiva hablaremos de Hermes como dios fálico, un dios que desplegará, a través de su mito, su culto y sus hijos, muchos aspectos de la psicología de lo masculino tanto en hombres como en mujeres.

Hechos y descendencia de Hermes
Según las leyendas, y tal como lo describe el mitógrafo Karl Kerényi, Hermes "nació  en la temprana mañana, al mediodía tañía la lira y al atardecer robó las vacas de Apolo", regresando a su cuna por la noche para acostarse a dormir inocentemente. Estos primero hechos del dios y meticulosamente reseñados en el "himno homérico a Hermes", atribuido a Homero,  nos muestran una divinidad activa, astuta y a la vez cándida y fascinante. Hermes es un dios "de gran astucia, un engañoso lisonjero, un saqueador y ladrón de ganado, un dador de sueños y un merodeador nocturno como los que acechan en la calle..." (K. Kerényi).

Para Jean Shinoda Bolen, "Hermes es más conocido como dios mensajero y como la deidad que realizó muchos servicios útiles para otros olímpicos. Obedeció el mandato de Zeus de rescatar a Perséfone del mundo subterráneo y devolverla junto a su madre. También rescató a Ares de su prisión en una jarra de bronce, ayudó a Zeus a que diera a luz a Dionisos que llevaba en su muslo, y escoltó a Afrodita, Atenea y a Hera hasta el Juicio de Paris (en el que Paris escogió a Afrodita como la más hermosa - y por ello ganó a Helena, con lo que desencadenó la guerra de Troya-)".

Debido a sus constantes amoríos con diosas, ninfas y mortales, se le atribuyen numerosos hijos: entre ellos Pan, un dios lascivo de la naturaleza, cuya mitad inferior tenía el aspecto de una cabra, con cuernos y barba. También era padre de los sátiros y silenos, seres de aspecto caprino y equino, escoltas fálicos que se unieron al cortejo orgiástico de Dionisos. Engendró con Afrodita a Hermafrodito, que terminó fusionado en la forma hombre/mujer con una ninfa que lo deseaba ardientemente. Se dice también que procreó a Priapo, una deidad fálica grotesca que ostentaba un enorme pene. Y finalmente, en épocas más tardías, se le concedió la paternidad de Eros, el dios del amor y de la energía erótica.

Imágenes de Hermes
Las imágenes más primitivas de Hermes lo mostraban con barba y cabellos largos recogidos o caídos sobre la nuca y el pecho, portando un sombrero de viaje de alas anchas (el pétaso) y vistiendo una túnica corta, y un manto sujeto en el hombro. Su atuendo lo completaban unas sandalias y el caduceo (en griego kerykeion): un sencillo báculo envuelto por dos cintas blancas o serpientes; vara mágica y símbolo fálico. Homero lo representó luego como un adolescente, en esa edad en la que apenas empieza a crecer la barba. A partir de entonces era frecuentemente representado desnudo; el sombrero de viaje pasó a ser un pétaso con forma de casco (como el que portaban los efebos, o adolescentes atenienses, para ir al gymnasium), generalmente con dos pequeñas alas a los lados; y se le añadieron también alas a las sandalias y al caduceo. 

Hermes, el dios
Hermes es el mensajero de los dioses, con una gran capacidad para el habla y la persuasión. Es también el protector de los atletas, de los viajeros y, paradójicamente, tanto de los comerciantes como de los ladrones. Todas estas características, de las cuales muchas se hayan en constante oposición, derivan de los aspectos mitológicos asociados al dios: sus primeras manifestaciones como ladrón y embaucador, teniendo horas de nacido, fueron el robo del ganado de Apolo y su astucia para no dejar huellas de su fechoría; pero a su vez manifestó una tremenda inteligencia y capacidad para negociar cuando le pidió a su hermano el cambio de su recién inventada lira por el bastón de pastor. Las actitudes de pícaro se contraponen con las de justo reconocedor de la autoridad de los dioses cuando ofreció una res en sacrificio y compuso una oda a Zeus, padre supremo de dioses y hombres. Según Walter Otto:

"Hermes es el espíritu de los elementos constitutivos de la existencia: siempre reaparece aún bajo las condiciones más diversas, conoce los beneficios y también la disipación, puede alegrarse por la bondad y al mismo tiempo por el mal ajeno. A pesar de que lo mucho aquí expuesto pueda, no obstante, resultar cuestionable desde un punto de vista moral, es una forma de ser, que con toda su problemática pertenece a una de las figuras fundamentales de la realidad existencial, y por ello, por cómo estimaban los griegos, exige respeto: no para sus específicas variantes por separado, sino para el conjunto de su esencia y de su ser."

Hermes fue también el guía de las almas de los muertos hacia el inframundo. Sus cualidades de mensajero lo hicieron ideal para moverse entre las fronteras de lo brillante del mundo celestial, lo mundano y amenazante del ambiente humano, y finalmente lo oscuro del mundo ctónico del dios de la muerte, con el cual se ganó el apelativo de "psicopompo": guía de las almas. 

Con relación a lo masculino en Hermes, se le considera un dios fálico. En este caso tenemos a un dios que se caracteriza por la acción, la inventiva, la aventura, la artimaña, el engaño y la picardía, las cuales, en su conjunto, tienen un fuerte contenido amoral, y que pueden ser asociadas a las maneras en que se manifiesta nuestro mejor amigo: el pene. 


Con todo, Hermes era considerado "el más cordial de los dioses con los hombres". Es un dios juvenil, alegre y activo. Para Otto:

"(Hermes era) el maestro de la ingenuidad, la guía de los rebaños, el amigo y amante de las ninfas y las gracias, el espíritu de la noche, del sueño y de los sueños. Nada puede describir mejor los alegres y al mismo tiempo oscuros y misteriosos, encantadores y tiernos elementos de Hermes que los mágicos y dulces tonos de la lira o de la flauta".

La fascinación que transmite el dios para los hombres se sustenta en esa frontera que delimita lo socialmente aceptado y legalmente correcto, con lo que es prohibido, condenado y proscrito, pero en muchos casos secretamente deseado. Hermes, como símbolo del pícaro se caracteriza por su inteligencia, ingenio y habilidad para cambiar de forma y aspecto. Hermes está presente ante cualquier triquiñuela, particularmente aquellas que son públicamente sentenciadas severamente, pero abordadas internamente con beneplácito, como en aquellas ocasiones donde la mirada severa de un padre oculta una sonrisa complaciente, cuando su hijo pequeño comete una travesura.


El dios Hermes/Mercurio y la masculinidad (segunda parte)

Orígenes de Hermes/Mercurio como dios fálico
Históricamente, a la llegada de los griegos a sus tierras, es probable que los lugareños ya rindieran culto a un dios de los caminos. Según W. K. C. Guthrie, los griegos probablemente encontraron a Hermes en la región de Arcadia, donde se le rendía culto como dios local y lo adoptaron. Su nombre significa "el del montón de piedras". López-Pedraza menciona que:

"Los montones de piedra se colocaban a un lado de los caminos para señalizarlos; también demarcaban los linderos entre villas, ciudades y regiones; marcas que fijaban los límites y las fronteras. Estos montones de piedras, usados para señalar los caminos y fronteras geográficas, eran también altares primitivos consagrados a Hermes. En realidad un montón de piedras es la imagen arquetipal de un dios... Hermes, "Señor de los Caminos", como llegó a conocérsele, señala también nuestros caminos y linderos psicológicos".

Y para el mitógrafo Walter Otto:

"Se cree que, en su origen, el dios Hermes no haya sido más que un protector, y que las columnas y montones de piedras, frente a las casas labriegas y a un lado de los caminos, indicaban su presencia. Pese a todos los rasgos que definen su carácter - lo paradójico del guiar y el descarriar, el dar y el quitar repentinos, la sabiduría y la socarronería, el espíritu propiciador del amor, el embrujo de la penumbra, lo sobrecogedor de la noche y la muerte- se supone que este todo heterogéneo, que es inagotable y que, de ningún modo niega la unidad de su ser, era simplemente un complejo de ideas, que se habría ido desarrollando gradualmente a partir del estilo de vida de sus adoradores, según sus deseos e inclinaciones; ideas enriquecidas por el placer de contar historias".

Aunque en la región de Arcadia se le veneraba religiosamente mediante la representación de falos de madera o de piedra, posteriormente, en casi toda Grecia, estos hermas, como así se les llamaba, se elaboraron, en su forma más sofisticada, como pilares rectangulares dotados de una cabeza y un falo erecto, que se colocaban en las puertas de las casas para invocar la protección del dios. Walter Burkertz comenta:

"...de hecho su nombre, Hermes, se deriva de él: un herma es justamente una piedra erecta, de ahí Hermáas o Hermáon. Esta interrelación tiene su explicación precisamente en la función de señal que tiene tanto el falo como la piedra".

Los caminos de la vida, las sendas que van construyendo nuestra historia personal, lo que nos define como hombres, y las relaciones que guardamos entre nuestros pares como miembros del género masculino, fueron demarcados psicológicamente en la antigüedad mediante la construcción colectiva, por aquellos caminantes que transitaban los senderos, de montículos de piedras, unas recostadas sobre otras, las hermas, como si inconscientemente se estuviera simbolizado una necesaria relación social de identificación entre los hombres:

"Los hermas se fueron acumulando por la costumbre de los caminantes de depositar una piedra sobre la masa diariamente creciente en homenaje al dios. Así fue como la fraternidad de hombres que pasaban por allí construyeron gradualmente una erección... la demarcación de límites es en sí una expresión fálica". (Monick, E.).

Para López-Pedraza estos hermas "itifálicos" (dotados de un falo erecto) son imágenes que "contienen un pronunciado elemento sexual y que expresan el aspecto sexual de Hermes... (una sexualidad que) marca, como piedras miliares, los caminos que transitamos en la vida... (una forma en) que nuestra imaginación, fantasías e imágenes sexuales participan en el comercio psicológico en las "borderlines" de nuestra psique, demarcando los reinos interior y exterior de nuestras vidas".

Cultivando a Hermes
Toda actitud tendiente a indagar en sitios inexplorados, tanto física como psíquicamente, es una forma de fluir con Hermes. Bolen asegura que "Hermes se abre a momentos de descubrimiento y de acontecimientos sincrónicos, a esas ´coincidencias´ que resultan ser significativas, sucesos ´accidentales´ imprevistos que nos conducen a algún lugar que era imposible que conociéramos; vamos allí y regresamos misteriosamente sin equivocarnos".

Hermes es, como ya hemos discutido, una expresión fálica que tiende a manifestarse con su contenido imprevisto y amoral, casi como comportándose de manera animal. Para López-Pedraza, la presencia de Hermes es una manera de conectarnos con nuestro propio primitivismo, es decir una manera de convivir con nuestros instintos y animalidad como una forma de vivenciar la realidad de nuestro ser. Según Bolen la persona que fluye con Hermes "tiende a actuar siguiendo sus impulsos, centrándose en su mente inventiva para conseguir lo que se desea". En cuanto al conocimiento interno, toda actitud que procura viajar a lo profundo de nuestro ser, dispuesta a bajar al inframundo de nuestra psique, a esos oscuros espacios para afrontar nuestros monstruos internos, debe ir de la mano de Hermes, dios mensajero y psicopompo de las almas.

A nivel social, la presencia de Hermes como deidad fálica se manifiesta principalmente en las relaciones que establecemos los hombres con nuestros pares. Según Monick "los hombres desarrollan su identidad fálica vinculándose entre sí. Aunque no todos los hombres están conscientes de su vínculo con otros hombres o cuán importante es éste para establecer la identidad masculina". Esta vinculación puede tomar forma en la participación en equipos deportivos, grupos para juegos de dominó, alianzas para la ejecución de un negocio, o simplemente el placer de conversar y compartir opiniones, expresando de manera abierta y honesta esa "verdad desnuda" de nuestras vidas, en la segura intimidad del vestuario para caballeros de los gimnasios.
A nivel sexual, Hermes es una guía para la experimentación y nos anima a cruzar fronteras en nuestras exploraciones sexuales. Entre los hombres normalmente Hermes se ha expresado ya a una edad muy temprana, por ejemplo, en las reuniones casuales de chicos para masturbarse juntos. Hermes nos hace buenos amantes, porque nos permite expresarnos espontáneamente y nos lleva a experimentar en el sexo, sin la preocupación de lo que es socialmente aceptado. 

La capacidad de guiar a otros y ofrecer de buen grado nuestra experiencia de vida es también característica de Hermes. Bolen expresa: "Cuando en una persona está presente Hermes, podrá ver los aspectos oscuro, hostil, psicótico, instintivo, sexual o agresivo, así como el altruista, místico o iluminado de la gente corriente, incluso en sí misma, sin hacer críticas".
La exploración, la aventura, los viajes, las conexiones, todas estas experiencias están bajo el influjo de Hermes. Finalicemos con las palabras de Arianna Stassinnopolous:

"Hermes ha entrado en nuestros medios, dirían los antiguos griegos cuando un repentino silencio inundaba la habitación, descendía a la conversación e introducía una nueva dimensión en la reunión. Siempre que las cosas parecen fijas, rígidas, estancadas, Hermes aporta fluidez, movimiento, nuevos comienzos y la confusión que casi siempre precede a todo inicio".

Bibliografía consultada:
Bolen, J. S. Los dioses de cada hombre.
Guthrie, W. K. C. The greeks and their gods. Londres. Univ. Paperback, Methuen. 1968.
Kerényi, K. Los dioses de los griegos.
Monick, E. Phallos. Símbolo sagrado de la masculinidad.
Otto, W. The homeric gods.
López-Pedraza, R. Hermes y sus hijos.
Stassinopoulos, A. The gods of Greece.
Villalobos, M. Hilaturas.