Son numerosas las interpretaciones que se le ha dado a la mitología griega con todo el conjunto de sus dioses, semidioses, héroes, bestias y otros seres fantásticos. Para el especialista en cultura griega G.S. Kirk, "los mitos se refieren ante todo al mundo de la naturaleza o a los hombres en tanto que insertos en la sociedad o rindiendo culto a los dioses... [son] referencia interna del entorno objetivo o la concepción humana del mundo externo". Pero también, los mitos pueden entenderse como realidad fundamental en la psique individual de las personas, así "...su referencia primaria no es solo la sociedad o el mundo exterior, sino los sentimientos del individuo... apelan esencialmente a cada persona individual en su esfuerzo por adaptarse a sí misma antes que a la comunidad o al entorno como tal". Basada principalmente en esta última concepción perfilaremos la imagen de Hermes o Mercurio, porque en el mundo actual los mitos, bajo la forma de imágenes o historias, nos fascinan y nos mueven más internamente, aún cuando ya no se presenten como objetos de culto o como interpretación del mundo externo.
La
mitología greco-romana está constituida por dioses masculinos y femeninos con
características particulares y asociaciones a eventos naturales y sociales
únicos. Los
dioses masculinos Zeus (Júpiter entre los romanos), el padre de los dioses y
dios del trueno; Ares (Marte), dios de la guerra; Dionisos (Baco), dios del
vino; o Apolo, dios solar de las artes y
la filosofía, se presentan como divinidades de la luz, de lo que se puede ver,
mostrar, lo que se expresa a través de la conciencia, sea o no racional. Los otros dioses: Hades (Plutón), dios del mundo
subterráneo y de los muertos; Hefesto (Vulcano), dios de las fraguas y de las grietas y grutas volcánicas, y
Poseidón (Neptuno), dios de los mares y de las profundidades, son los dioses de
lo oculto, lo aislado, lo misterioso, de eso que no terminamos de entender porque no pertenece a la razón. Entre ellos deambula Hermes (Mercurio),
dios de la comunicación, asociado con el comercio y los viajes, pero también
con la astucia y el robo. Un dios que, al no tener centro ni lugar, puede moverse
libremente, viajando entre los distintos reinos: el reino superior de los
dioses inmortales, de la luz, la iluminación y la conciencia; el reino medio de los hombres
mortales, del destino y del sufrimiento; y el reino inferior de la oscuridad, de lo inconsciente, de los
misterios y de la muerte. Según el psicólogo Rafael López-Pedraza:
"Hermes
penetra en el mundo entero gracias a su capacidad de establecer conexiones.
Desde su borderline [línea de demarcación, asociado a lo fronterizo], se
relaciona con las esferas de los otros dioses y tiene comercio psíquico con
ellos. Él es el hacedor de conexiones y el mensajero de los dioses."
Por
lo tanto, Hermes suele establecer conexiones con las características y los
centros perfectamente definidos de los otros dioses, y dinamiza, en la personalidad de los
hombres, los aspectos psicológicos que se asocian con ellos.
Hermes
es un dios masculino como los demás del panteón olímpico que ya hemos
mencionado, y, como dios de lo comunicativo, puede relacionársele como el conector de lo
masculino en todo hombre con su esencia varonil, una conexión que se establece a través de su símbolo más
característico: el falo. Bajo esta perspectiva hablaremos de Hermes como dios fálico, un dios que desplegará, a través de su mito, su culto y sus hijos, muchos aspectos de la psicología de lo masculino tanto en hombres como en mujeres.
Hechos y descendencia de
Hermes
Según
las leyendas, y tal como lo describe el mitógrafo Karl Kerényi, Hermes "nació en la temprana mañana, al mediodía tañía la lira y al atardecer robó las vacas de Apolo", regresando a su cuna por la noche para acostarse a dormir inocentemente. Estos primero hechos del dios y
meticulosamente reseñados en el "himno homérico a Hermes", atribuido a Homero, nos
muestran una divinidad activa, astuta y a la vez cándida y fascinante. Hermes es un dios "de gran astucia, un engañoso lisonjero, un saqueador y ladrón de ganado, un dador de sueños y un merodeador nocturno como los que acechan en la calle..." (K. Kerényi).
Para Jean Shinoda Bolen, "Hermes es
más conocido como dios mensajero y como la deidad que realizó muchos servicios
útiles para otros olímpicos. Obedeció el mandato de Zeus de rescatar a
Perséfone del mundo subterráneo y devolverla junto a su madre. También rescató
a Ares de su prisión en una jarra de bronce, ayudó a Zeus a que diera a luz a
Dionisos que llevaba en su muslo, y escoltó a Afrodita, Atenea y a Hera hasta
el Juicio de Paris (en el que Paris escogió a Afrodita como la más hermosa - y
por ello ganó a Helena, con lo que desencadenó la guerra de Troya-)".
Debido
a sus constantes amoríos con diosas, ninfas y mortales, se le atribuyen
numerosos hijos: entre ellos Pan, un dios lascivo de la naturaleza, cuya mitad inferior tenía el
aspecto de una cabra, con cuernos y barba. También era padre de los
sátiros y silenos, seres de aspecto caprino y equino, escoltas fálicos que se unieron al cortejo orgiástico de Dionisos. Engendró con Afrodita
a Hermafrodito, que terminó fusionado en la forma hombre/mujer con una ninfa
que lo deseaba ardientemente. Se dice también que procreó a Priapo, una deidad
fálica grotesca que ostentaba un enorme pene. Y finalmente, en épocas más tardías, se le concedió la paternidad
de Eros, el dios del amor y de la energía erótica.
Imágenes de Hermes
Hermes, el dios
Hermes
es el mensajero de los dioses, con una gran capacidad para el
habla y la persuasión. Es también el protector de los atletas, de los viajeros
y, paradójicamente, tanto de los comerciantes como de los ladrones. Todas estas
características, de las cuales muchas se hayan en constante oposición, derivan
de los aspectos mitológicos asociados al dios: sus primeras manifestaciones como ladrón y embaucador, teniendo horas de nacido, fueron el robo del ganado de Apolo y su astucia para no dejar huellas de su fechoría; pero a su vez manifestó una tremenda inteligencia y capacidad para negociar cuando le pidió a su hermano el cambio de su recién inventada lira por el bastón de pastor. Las actitudes de pícaro se contraponen con las de justo reconocedor de la autoridad de los dioses cuando ofreció una res en sacrificio y compuso una oda a Zeus, padre supremo de dioses y hombres. Según Walter Otto:
"Hermes es el espíritu de los elementos constitutivos de la existencia: siempre reaparece aún bajo las condiciones más diversas, conoce los beneficios y también la disipación, puede alegrarse por la bondad y al mismo tiempo por el mal ajeno. A pesar de que lo mucho aquí expuesto pueda, no obstante, resultar cuestionable desde un punto de vista moral, es una forma de ser, que con toda su problemática pertenece a una de las figuras fundamentales de la realidad existencial, y por ello, por cómo estimaban los griegos, exige respeto: no para sus específicas variantes por separado, sino para el conjunto de su esencia y de su ser."
"Hermes es el espíritu de los elementos constitutivos de la existencia: siempre reaparece aún bajo las condiciones más diversas, conoce los beneficios y también la disipación, puede alegrarse por la bondad y al mismo tiempo por el mal ajeno. A pesar de que lo mucho aquí expuesto pueda, no obstante, resultar cuestionable desde un punto de vista moral, es una forma de ser, que con toda su problemática pertenece a una de las figuras fundamentales de la realidad existencial, y por ello, por cómo estimaban los griegos, exige respeto: no para sus específicas variantes por separado, sino para el conjunto de su esencia y de su ser."
Hermes fue también el guía de las almas de los muertos hacia el inframundo. Sus cualidades de mensajero lo hicieron ideal para moverse entre las fronteras de lo brillante del mundo celestial, lo mundano y amenazante del ambiente humano, y finalmente lo oscuro del mundo ctónico del dios de la muerte, con el cual se ganó el apelativo de "psicopompo": guía de las almas.
Con relación a lo masculino en Hermes, se le considera un dios fálico. En este caso tenemos a un dios que se caracteriza por la acción, la inventiva, la aventura, la artimaña, el engaño y la picardía, las cuales, en su conjunto, tienen un fuerte contenido amoral, y que pueden ser asociadas a las maneras en que se manifiesta nuestro mejor amigo: el pene.
Con todo, Hermes era considerado "el más cordial de los dioses con los hombres". Es un dios juvenil, alegre y activo. Para Otto:
Con relación a lo masculino en Hermes, se le considera un dios fálico. En este caso tenemos a un dios que se caracteriza por la acción, la inventiva, la aventura, la artimaña, el engaño y la picardía, las cuales, en su conjunto, tienen un fuerte contenido amoral, y que pueden ser asociadas a las maneras en que se manifiesta nuestro mejor amigo: el pene.
Con todo, Hermes era considerado "el más cordial de los dioses con los hombres". Es un dios juvenil, alegre y activo. Para Otto:
"(Hermes
era) el maestro de la ingenuidad, la guía de los rebaños, el amigo y amante de
las ninfas y las gracias, el espíritu de la noche, del sueño y de los sueños.
Nada puede describir mejor los alegres y al mismo tiempo oscuros y misteriosos,
encantadores y tiernos elementos de Hermes que los mágicos y dulces tonos de la
lira o de la flauta".
La
fascinación que transmite el dios para los hombres se sustenta en esa frontera
que delimita lo socialmente aceptado y legalmente correcto, con lo que es
prohibido, condenado y proscrito, pero en muchos casos secretamente deseado. Hermes, como
símbolo del pícaro se caracteriza por su inteligencia, ingenio y habilidad para
cambiar de forma y aspecto. Hermes está presente ante cualquier triquiñuela, particularmente aquellas que son públicamente sentenciadas severamente, pero abordadas internamente con beneplácito, como en aquellas ocasiones donde la mirada severa de un padre oculta una sonrisa complaciente, cuando su hijo pequeño comete una travesura.
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