miércoles, 19 de febrero de 2014

Nuestras actitudes respecto al sexo

¿Por qué nos avergüenza tanto
el sexo?
He aquí un tema que tiene muchas aristas. Y achacar nuestra vergüenza "social" en relación con todo lo que tiene que ver con nuestras ideas y convicciones, así como nuestro comportamiento sexual, solamente a una u otra causa, probablemente abarque una pequeñísima parte del problema. Muy seguramente estos componentes están asociados a los conceptos que tienen nuestros padres y mentores respecto al sexo y que nos fueron transmitidos desde pequeños, a la postura que adoptan instituciones como la religión otros círculos sociales en los que nos ha tocado pertenecer, a lo que socialmente se concibe como moral y éticamente correcto, entre muchos otros factores. Y ni hablar de nuestras propias experiencias con respecto a lo sexual: la ignorancia por la que la mayoría pasamos, particularmente durante nuestra adolescencia, en una sociedad que procura mantener al sexo relegado al cajón de lo prohibido, nuestros propios aciertos y desaciertos en la práctica de una actividad de la que solo se aprende viviéndola, las situaciones traumáticas de abusos sexuales de todo tipo, etc. 

Comencemos por invitarlos a analizar lo que para muchos de nosotros representa la simple vergüenza a la desnudez (que ya hemos tratado en parte en el artículo sobre el comportamiento de los hombres en los vestuarios): si solamente asumir nuestra vergüenza a nuestro propio cuerpo es un asunto que nos perturba, imaginemos ahora pensar la vergüenza asociada con nuestro comportamiento sexual (en solitario y con acompañante).


Realmente esta condición, respecto a lo sexual, se torna perturbadora porque involucra una parte de nuestra psique que, en esta sociedad moderna, signada por la preeminencia de la razón, los preceptos morales y la "moderación", suele ser ignorada, negada o reprimida. Hablo de nuestras manifestaciones instintivas, esa parte de nuestro ser que es primitivo, biológico, animal.

Como siempre, me encanta leer los artículos mensuales de Ed Ergoth que recibo a través de su página web Sacred Touch for Men. Ed es un terapeuta sexual que presta especial atención a sus manifestaciones instintivas en torno al sexo, y las experimenta en profundidad antes de llevarlas a la sesión de dinámicas grupales que él dirige en Los Angeles. En esta oportunidad me permito de nuevo traducir al español otro de sus artículos, el de enero de 2014, en relación con las actitudes positivas que debemos desarrollar respecto al sexo:

Volviéndonos positivos en relación con
el sexo
por Ed Ergoth.
Una de las mejores cosas que me pasó durante mi entrenamiento como educador sexual fue aprender como tener una actitud positiva con respecto al sexo. Esta actitud significa reconocer que el sexo puede ser una fuerza positiva en nuestras vidas y reconocer igualmente los beneficios de una vida sexual saludable y feliz. Esto está asociado más que todo a una práctica que a un concepto. Diariamente puedo experimentar momentos que refuerzan mi perspectiva positiva respecto al sexo. 

Tener una actitud positiva con respecto al sexo significa también observar todas las expresiones de sexo desde la perspectiva de la aceptación y la comunicación, y sin juzgar, de manera que otras personas no sean lastimadas.

He visto que las personas que son positivas ante el sexo tienen vidas sexuales más enriquecedoras, basadas en la aceptación de sí mismos y de los otros, y aceptar también cuando las cosas no funcionan de la manera que ellos esperan.

Entonces, ¿cómo podemos trabajar para hacernos más positivos respecto al sexo?


Reconoce tu vergüenza respecto al sexo. Muchos de nosotros sentimos vergüenza en torno a nuestros sentimientos sexuales. Frecuentemente esta pena esta basada en el aprendizaje religioso que recibimos cuando fuimos pequeños. Por ejemplo, yo fui criado como católico. Una de las ideas clave que me enseñaron fue que Jesús (el hijo de Dios) se hizo humano. Por lo tanto Jesús tuvo un cuerpo. Si Jesús tuvo un cuerpo, entonces igualmente ese cuerpo estaba compuesto de sangre, hormonas, necesidades fisiológicas y pene; es decir, todas las características primarias, burdas y maravillosas que nos hacen humanos. Él fue un ser sexual. Cuando me di cuenta de esto por primera vez, me pareció escandaloso, pero una vez que asumí la idea, mucho de los vergonzoso en torno a la religión desapareció. Yo veo la expresión sexual como un don que debe ser celebrado, ya que es parte de la experiencia humana.

Acepta tu bestia interna. El sexo es primitivo y animal. En muchos aspectos, las emociones y los sentimientos fluyen en contra de lo que se supone que sea característico de la más alta expresión de lo humano. Realmente, existe algo mágico en ese espacio primitivo y animal y, al mismo tiempo, muchos de nosotros sentimos temor en torno a él. Este espacio es también de donde ciertos "ruidos" en nuestra mente procuran mantenernos alejados de experimentar todo lo que quisiéramos sentir. Entrar al espacio primitivo permite aquietar la mente y hace que repose temporalmente esa parte del cerebro que nos conecta con lo crítico y la moral. Irónicamente, el "hacer ruido" es una tremenda introducción a este espacio. El principio, podrías sentir como embarazoso expresarte mediante quejidos, gruñidos o balbuceos, pero al pasar el tiempo los ruidos se volverán más naturales y fáciles de expresar. Después de un tiempo, comenzarás a notar que estos parloteos mentales sin sentido desaparecen.



Establece un tiempo para el sexo y el placer. Frecuentemente, uno de los retos mas difíciles es encontrar el tiempo para las cosas. Asignamos un tiempo para el trabajo, las diligencias o incluso el odontólogo. Entonces, ¿por qué asignar un tiempo para el sexo es tan difícil? Muchas veces es materia de prioridades. Encuentra un tiempo en donde pudieras estar haciendo alguna cosa, como mirar la televisión, y pasa un tiempo especial contigo mismo. Encuentra un tiempo del día que te funcione y aprovéchalo. Por ejemplo, a mí me ha funcionado que un tiempo corto de auto placer en las mañanas es el comienzo perfecto para mi día.





Juega con tus fantasías. Las fantasías constituyen recursos excelentes para la exploración. Dedica algún tiempo para tus fantasías y observa las que funcionan para ti. Deben existir formas para explorar tus fantasías de manera segura. Por ejemplo, si tienes una fantasía sobre ser secuestrado y forzado a tener sexo, podrías ajustarlas con gente conocida. Es importante entender que podrían existir fantasías que es mejor dejarlas en tu mente. Es común fantasear sobre cosas en la que no nos gustaría (y algunas veces, no deberíamos) participar físicamente. Pues sí, muy frecuentemente existe una gran diferencia entre la fantasía y la realidad. 



Está claro en lo que quieres. Uno de los retos mayores sobre la sexualidad se trata de la claridad que tenemos en cómo queremos esa sexualidad. Pero no es cosa fácil, mucha gente se siente confortable discutiendo lo que queremos comer o lo que queremos ver; e incluso, esperamos que los demás sean capaces de leer nuestras mentes en relación con nuestros deseos sexuales. Practica preceptos positivos respecto a lo que quieres de la sexualidad. Mantén estos preceptos. Enfócate en lo que quieres, más que en lo que no deseas. Trata de evitar juzgar tus deseos sexuales. En la medida en que no dañes a los demás (y a ti mismo), cualquier cosa puede ser un buen deseo.



Aprende a aceptar los gustos de otros. Uno de mis grandes retos fue aprender a dejar de lado mis juicios en relación con lo que a otros les gustaba en torno al sexo. Aprende a aceptar los deseos y gustos de los otros, justo por como son, y analiza que solo porque tu no tomarías parte en ellos no significa que invalidan los deseos de los demás. Por supuesto, existen algunos límites. Realmente, querer dañar a otra persona es un buen ejemplo en donde yo sí juzgaría severamente y sobre lo que intentaría llamar la atención. Pero esta es una forma muy distinta de juzgar los deseos consensuados de las demás personas. 

Aprende a hablar de sexo. La comunicación es el fundamento para la plenitud sexual; pero mucho de nosotros solemos sentirnos incómodos de hablar sobre temas sexuales. Una de las mejores prácticas que tuve en mi entrenamiento fue una serie de discusiones sin sensuras sobre el sexo. Esta práctica rompió mi hábito de filtrar lo que opinaba y permitió hablar del sexo de una manera intencionadamente más abierta. Comienza con una pareja de confianza y establece tu intención de explorar en cuanto a la comunicación sexual. Comienza con tópicos relativamente fáciles y trata de enfrentar tópicos o tipos de conversación más difíciles o retadores. Con la práctica, notarás cómo se vuelve mucho más fácil hablar de sexo. 

Y nunca dejes de cuestionar.

Ed.

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