jueves, 5 de abril de 2012

Los fetiches del hombre (1ra parte)

Fetiches en las sociedades ancestrales
Fetiche (del francés fétiche). Ídolo u objeto de culto al que se atribuye poderes sobrenaturales, especialmente entre los pueblos primitivos.
El fetichismo se refiere al acto de admiración exagerada e irracional que se siente hacia una persona o hacia una cosa. Puede ser entendido como una forma de creencia o práctica religiosa en la cual se considera que ciertos objetos poseen poderes mágicos o sobrenaturales y que protegen al portador o a las personas de las fuerzas naturales.
Entre los pueblos ancestrales, un fetiche era un ídolo o cualquier otro objeto de culto, al que se atribuía un poder mágico. En África la enfermedad y la muerte podían ser imputadas a causas sobrenaturales, de ahí que los objetos, junto a las técnicas mágicas y rituales se utilizaban para combatir estos infortunios.
La expresión fetiche, proviene del portugués, y mucho tiempo antes, entre los marineros y los comerciantes, se utilizaba esta palabra para nombrar los objetos y figuras tallados. En portugués el término feitico (un objeto fabricado mediante artes mágicas, por un mago o feiticeiro) tiene un significado más bien neutro, en el sentido de artículo de magia o amuleto. Su traslado a las culturas primitivas, salvajes, y sobre todo a las culturas africanas, amplió su significado, aunque de una manera más específica: algunos etnólogos e historiadores de la religión lo vieron como la síntesis de la etapa más antigua de la religiosidad en el hombre; los objetos que contenían un espíritu, constituían, según esta forma de entenderlo, el núcleo de la creencia en los fetiches: el fetichismo.
En 1760, un historiador francés publicó: Los negros de la costa occidental de África (...) tienen como objeto de su adoración determinados dioses, que los europeos denominan fetiches (...). Estos fetiches divinos no son más que objetos vulgares y mundanos, que una nación o alguien elige arbitrariamente y permite que los sacerdotes lo consagren; se trata de un árbol, una montaña, un mar, un trozo de madera, la cola de un león, un guijarro, una concha, sal, un pez, una planta, una flor, un animal de un determinado género como una vaca, una cabra un elefante, una oveja; en realidad todo lo que uno pueda imaginar. Todos ellos son dioses para los negros, que les dedican un estricto y sagrado culto, juran en su nombre, les presentan ofrendas, los llevan en procesión (siempre que sea posible), los glorifican y acuden a ellos en busca de consejo (...). Según De Brosses y posteriormente otros, el negro en su concepción no separa el espíritu (o sí lo hace es muy raro) del objeto en sí mismo; para él ambos forman un todo, el fetiche.
Al principio, el espíritu de un fetiche se consideraba el fantasma de un hombre muerto. Más adelante, se suponía que residían en los fetiches los espíritus más elevados. Así, el culto de los fetiches finalmente incorporó todas las ideas primitivas de los fantasmas, las almas, los espíritus y la posesión demoníaca.
La idea del espíritu que penetra en un objeto inanimado, un animal o un ser humano, es una creencia muy antigua, que prevaleció desde el comienzo de la evolución de la religión. Esta doctrina de la posesión por los espíritus, en los objetos o en las personas, no es más ni menos que fetichismo. El salvaje no necesariamente adora al fetiche, más bien, adora con mucha lógica y reverencia al espíritu que reside en el fetiche.
Los primeros fetiches fueron guijarros con marcas peculiares, y desde entonces el hombre ha buscado las «piedras sagradas». Un hilo de cuentas fue antiguamente un hilo de piedras sagradas, una serie de amuletos. Muchas tribus tuvieron piedras fetiches,. El fuego y el agua también estaban entre los fetiches primitivos, y la adoración del fuego, juntamente con la creencia en el agua bendita, aún sobrevive.
Los árboles fetiches fueron un desarrollo posterior, pero entre algunas tribus la persistencia de la adoración a la naturaleza condujo a la creencia en amuletos poseídos por algún tipo de espíritu de la naturaleza. Cuando las plantas y las frutas se volvían fetiches, era tabú comerlas. La manzana fue entre las primeras en esta categoría; los pueblos levantinos no la comían jamás.
Si un animal comía carne humana, se convertía en un fetiche. De esta manera el perro se tornó un animal sagrado para los parseos. Si el fetiche es un animal y el fantasma reside permanentemente en él, el fetichismo raya con la reencarnación. De muchas maneras, los salvajes envidiaban a los animales; no se consideraban superiores a ellos y frecuentemente se ponían el nombre de sus bestias favoritas.
Cuando los animales se volvieron fetiches, fue tabú comer la carne del animal fetiche. Los monos y los simios, debido a su semejanza con el hombre, entraron muy pronto a ser fetiches. Más adelante, también se consideró fetiches a las serpientes, las aves y los cerdos. En cierto momento la vaca fue un fetiche, siendo su leche tabú, mientras que sus excrementos se consideraban en alta estima. La serpiente fue reverenciada en Palestina, especialmente por los fenicios que, juntamente con los judíos, la consideraban el vocero de los espíritus malignos. Aún en la actualidad, muchas personas creen en los poderes mágicos de los reptiles. Desde Arabia a través de la India hasta la danza de la serpiente de la tribu moqui de los hombres rojos, la serpiente ha sido reverenciada.
Algunos días de la semana eran fetiche. Por muchas edades, el viernes se consideró el día de la mala suerte y el número trece un numeral maligno. Los números de la buena suerte, tres y siete, aparecieron como consecuencia de revelaciones posteriores; el cuatro era el número de la suerte del hombre primitivo y se derivaba del reconocimiento primitivo de los cuatro puntos cardinales. Se consideraba mala suerte contar las cabezas de ganado u otras posesiones; los antiguos siempre se opusieron a hacer un censo, «numerar al pueblo».
La saliva era un fetiche poderoso; se podía ahuyentar a los diablos escupiendo sobre la persona. Era un gran cumplido que un anciano o un superior le escupiera a uno. Ciertas partes del cuerpo humano se consideraban fetiches potenciales, particularmente el pelo y las uñas. Se tenía en gran estima las uñas largas de los caciques, y los trozos que de ellas provenían eran considerados fetiches poderosos. La creencia en la calavera como fetiche explica la existencia más reciente de los cazadores de cabeza. El cordón umbilical era un fetiche de alto valor; aún ahora así se lo considera en África. El primer juguete de la humanidad fue un cordón umbilical preservado: engarzado de perlas, cosa bastante frecuente, fue el primer collar del hombre.
Mucha gente consideraba que los genios eran personalidades fetiche poseídas por un espíritu sabio. Y estos seres humanos talentosos aprendieron pronto a usar el engaño y el soborno para fomentar sus propios intereses egoístas. Un hombre fetiche se consideraba más que humano. Era divino, aun infalible. Así pues los caciques, reyes, sacerdotes, profetas y líderes de la iglesia, finalmente tuvieron gran poder y ejercieron una autoridad sin límites.

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