jueves, 29 de septiembre de 2011

El falo como experiencia religiosa II

Carácter sagrado del falo en el contexto cultural y social actual
Independientemente de las causas históricas, la cultura occidental a tendido a considerar como tabú lo genital y lo sexual, procurando ocultar a toda costa esa parte de nuestra anatomía humana, de manera que las oportunidades de asociación y conocimiento de los hombres respecto a su órganos genitales y su sexualidad han sido reprimidas o relegadas a espacios generalmente privados. En la actualidad está prohibido mostrar la desnudez en público. Los hombres cada vez van más cubiertos a actividades en las que sería lógico pensar que requieren de poca ropa, como en los balnearios o la playa. En los baños de los gimnasios, un lugar que se supone no reviste ningún tipo de amenaza a la decencia por mostrarse uno sin ropa, es más frecuente ver sobre todo a los jóvenes bañarse prácticamente con la ropa que llevan puesta. Existe también un terror de mostrar cuerpos desnudos a los niños, los cuales crecen con la creencia de que la desnudez es algo malo o bochornoso.
Cuando se reprimen socialmente los órganos genitales, ocultando los aspectos anatómicos de la masculinidad, gran parte de las ideas y sentimientos asociados con las relaciones entre el hombre y sus genitales queda reprimida en los rincones oscuros del inconsciente.
Pero como dice Monick, en virtud de que parte de los órganos genitales masculinos son externos, el falo es también, por naturaleza, extrovertido, al contrario de los órganos femeninos que son introvertidos. Según este autor:
"El falo es externo, desea exhibirse en forma abierta e incluso aparatosa. El falo se yergue, como queriendo ser notado. Se requiere un modo de manejar este doble vínculo: la necesidad de esconder lo que exige ser mostrado."
Esta relación antagónica entre lo que tratamos de esconder aun cuando él mismo presiona para que se note su presencia, en muchos casos nos ha llevado a tratar a nuestras relaciones con lo fálico de una manera especial.
"... Esta puede ser una manera de proteger al dios, como si la inhibición de la exposición directa fuese un modo de evitar una invasión del tabernáculo sagrado y una disminución del potencial seminal..."
Por otro lado las oportunidades que tienen los hombres de relacionarse entre ellos, en ambientes particulares de naturaleza masculina, parecen ser propiciadas cada vez menos, sobre todo en una sociedad donde las mujeres exigen ser aceptadas en todos los ámbitos. Los espacios para socializar solo entre hombres se restringen entonces a lugares como los vestidores deportivos, donde no queda otra opción que la de superar el socialmente creado sentido de pudor por el cuerpo:
"Los hombres se desnudan juntos sólo dentro de un marco de referencia masculino mutuamente entendido, como en las duchas de los gimnasios. Incluso entonces muchos son cuidadosos de no exponer su pene".
La ambivalencia cuando nos movemos en espacios masculinos, donde se supone que todos "tenemos la misma cosa aquí entre las piernas, por lo tanto no hay de qué preocuparse por mostrarlas", pero que de todas maneras procuramos no exponer, quizás por temor a ser evaluados por los otros, repercute en nuestro desenvolvimiento psicosocial como una manera de comportamiento contradictoria: "sí, es cierto, no hay de qué preocuparse, pero mejor muestro aquellas partes de mi cuerpo que no me perturben". De esta manera todo lo referente a lo fálico y su identidad con lo masculino suele quedar sobreentendido, implícito, incluso bajo un velo de conocimientos y experiencias que solemos afrontar solitariamente. Sin embargo, sea cual fuere la manera en que cada uno de nosotros se acerca a su conciencia fálica masculina, y cualquiera sea nuestra forma de relación con los otros hombres:
"... El dios es reverenciado en la complicidad del secreto masculino. Los hombres saben algo de lo cual no hablan directamente. Se ríen juntos de ello, se entienden en forma implícita, pero no hablan abiertamente. Los hombres comparten un mundo de conocimiento mutuo sin hacer ningún esfuerzo explícito por comunicar lo que se sabe. Aquí uno se acerca a la cualidad religiosa del falo y a las profundidades desde las cuales aflora en la vida masculina."
Así el falo queda envuelto en el misterio, algo que se supone que conocemos todos los hombres pero que ninguno es capaz de expresar de forma directa. El dios queda recluido en el cofre sagrado que le hemos asignado en nuestra psique y su contraparte psicoide -su representación física, el pene-, envuelto entre las seguras capas de tela de nuestra ropa interior.

El falo y la sexualidad masculina como hierofanía
Cuando un hombre emprende su búsqueda de sentido de trascendencia a través del autoconocimiento, y del reconocimiento de las potencialidades de su ser, es probable que afloren las relaciones con su sexualidad, de las cuales el falo es el principal elemento conector. En este caso el falo se presenta como el símbolo más poderoso asociado a su masculinidad.
El pene en erección puede interpretarse como hierofanía, es decir, como la manifestación física de lo sagrado del símbolo fálico, de la fuerza creadora y regeneradora de la vida, a través del hombre.
Nuestra experiencia de lo sagrado a través de lo fálico, principalmente en el momento del sexo compartido o solitario, puede percibirse como una experiencia "numinosa", es decir, cargada de contenidos, sensaciones y elementos emotivos que uno percibe como trascendentes.
Para los antiguos romanos, las manifestaciones asociadas a lo fálico eran llamadas "fascinum", de la que derivan las palabras fascinar y fascinación. Según Monick:
"El falo como objeto de fascinación tiene relación con su capacidad de encantar... Encanto es curiosidad elemental, poder de atracción, capacidad mágica de trasladarnos de lo ordinario a lo numinoso -las características de una experiencia religiosa.
...La fascinación es un compromiso con el alma; es la experiencia de la capacidad de encantar de un símbolo, de capturarnos emocionalmente, de hacer conocer un poder oculto.
Los hombres pueden estar hechizados por el falo tanto como las mujeres, quizás aún más, ya que las prohibiciones culturales en su contra son muy fuertes... El hechizo fálico es un síntoma de la hierofanía masculina."
Entregarse a la exploración lo sagrado, lo trascendental y las oportunidades de autoconocimiento, cuando nos conectamos con nuestro falo, por medio de experiencias sexuales, es una práctica excelente si logramos hacer cada momento un evento especial para experimentar con nuestras energías sexuales e instintivas, tomar conciencia de nuestro cuerpo y experimentar la iluminación, la plenitud y la comunión, con nosotros mismos, nuestra pareja o el cosmos.
Bibliografía consultada:
Monick, Eugene (1987). "Phallos: sacred image of the masculine".
Stephenson Bond, D. (1993). Living Myth.

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