domingo, 28 de agosto de 2011

Sendak y los monstruos de nuestro niño interior


Todo aquello que se nos dijo cuando éramos niños sobre lo que no era socialmente aceptable, pero que nuestro ser, en ese entonces, clamaba por expresarlo; nuestros temores a lo que en ese momento no podíamos entender o sobre el manejo de nuestras emociones, todo eso seguramente fue colocado en el fondo de un cajón oscuro y profundo, arrinconado y a la sombra de nuestra consciencia, para contenerlo, reprimirlo y, con el tiempo, olvidarlo.

En ese cajón metimos ideas, fantasías, emociones e impulsos considerados prohibidos, que se convirtieron luego en monstruos: seres oscuros, misteriosos, horribles y amenazantes que de vez en cuando intentan salir a través de las grietas que deja nuestro ego cuando nos encontramos en los estados más profundos del sueño, o ante aquellas situaciones que nos hacen perder el control.

Luego, cuando nos hicimos adultos, la necesidad de destacar socialmente y de brillar, según los patrones y estereotipos sociales, nos llevó a reprimir más y más esos aspectos instintivos y espontáneos que buscaban expresarse en nuestra infancia y terminamos metiendo, en el mismo cajón, a nuestro niño interior.
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Donde viven los monstruos
El escritor Maurice Sendak (n. 1928) escribió "Donde viven los monstruos" (Where the wild things are, 1963), un cuento infantil que, si bien es adorado por los niños, nos acerca a los adultos al cajón de nuestros seres fantásticos, olvidados o reprimidos, así como a ese niño interior generalmente relegado y oprimido junto a sus salvajes amigos.

Este cuento infantil ilustrado describe el acercamiento de un niño, Max, a su mundo interno plagado de monstruos. Una versión animada puede apreciarse a continuación:

Según Sendak, éste y sus otros dos libros "Outside over there" y "In the night kitchen", son variaciones sobre cómo los niños manejan sus sentimientos, como aquellos relacionados con el peligro, el ocio, el temor, la frustración o los celos, y la forma en que, desde su visión infantil de la realidad, manejan sus vidas.

Donde viven los monstruos ha sido traducida a varios idiomas, y ha inspirado una ópera (escrita por Oliver Knussen, 1984), y una película (dirigida por Spike Jonze, 2009).

En contacto con nuestro niño interior
Es común verificar, en la mayoría de las historias de vida de las personas, el hecho de que cuando niños no nos permitieron vivir plenamente nuestra niñez porque nuestro objetivo era crecer y hacernos hombres, pero luego, ya adultos, nos vemos inmersos en un modelo social que exagera el culto a la juventud, y quizás nos damos cuenta de que se nos hace difícil envejecer porque sentimos que nunca se nos permitió ser jóvenes.

Por otro lado, los estereotipos de la sociedad contemporánea promueven y afirman en los hombres la idea de ser competitivos y exitosos, de mostrar cualidades de liderazgo, de demostrar que, como hombres, los retos y las adversidades de la vida están acordes con una personalidad dura, enérgica, racional, calculadora y en algunos casos, despiadada. No hay cabida para sentimentalismos, emociones, ni juegos.

La necesidad de relacionarnos con esa parte de nuestra personalidad que es ingenua, emotiva, contemplativa, fantasiosa y juguetona es necesaria para experimentar la vida desde una perspectiva creativa y enriquecedora. En algún lugar dentro de nuestro ser un niño clama por expresarse. Este niño es aquella parte de nuestra personalidad que, según Sam Keen, en su libro "Fire in the belly", se manifiesta a través de:
  • El juego
  • La imaginación
  • La sensualidad
  • La exploración despreocupada
  • La experimentación con diversos roles
  • La aventura
  • El asombro ante las cosas.
Para Keen, estos son aspectos de nuestra inocencia perdida bajo una sociedad en la cual, generalmente, los hombres somos adoctrinados para desecharlos prematuramente y presionarnos a convertirnos en seres cortados bajo patrones patriarcales y machistas.

La inocencia perdida
Para Bill Plotkin, la inocencia es esencial para nuestra salud psicológica a lo largo de nuestra vida. Desde la propia infancia, la inocencia "provee las bases de nuestra apertura natural al mundo: hacia los otros seres vivientes, a las relaciones cooperativas, a nuevas experiencias, hacia el aprendizaje profundo y a la creatividad".

Inocencia y experiencia son conceptos que frecuentemente se oponen, como si crecer y madurar significara una inevitable pérdida de nuestra inocencia. Ponernos en contacto con nuestro niño interior significa preservar nuestra inocencia. Para Plotkin implica abrir nuestro corazón a la preciosidad y el milagro de su existencia, a su fragilidad, ternura y regocijo: "la inocencia de la niñez constituye la semilla para mantener nuestra capacidad de asombro ante las cosas".

Enfrentando los monstruos de nuestro niño interno
El camino para encontrar, entender e incorporar a los monstruos que hemos confinado al cajón de nuestro inconsciente es, como Max, realizando un viaje exploratorio al interior de nuestra psique. Caminando por los parajes inhóspitos de la selva de nuestra mente y navegando por los misteriosos mares del inconsciente.

Estos monstruos contienen la esencia de lo que somos: nuestros impulsos instintivos, motivaciones creativas, necesidades de expresión y energías sexuales, aunque no se nos permita expresarla abiertamente en el contexto social de nuestras vidas. Ir al encuentro de nuestros monstruos requiere la actitud del niño en su afán de aventuras y exploración.

Con una conciencia plena de las potencialidades de desarrollo y crecimiento de nuestro niño interior a través de nuestros monstruos podremos llegar, como lo hizo Ed Ergoth con su bestia, a ser uno con ellos.

Bibliografía consultada: 
Keen, Sam (1992) Fire in the belly. On being a man. Bantam Books. USA.
Plotkin, Bill (2008) Nature and the human soul. Cultivating wholeness and community in a fragmented world. New World Library. USA.
Sendak, Maurice (1963) Donde viven los monstruos. Editorial Santillana.

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