viernes, 31 de mayo de 2013

Elogio de la masturbación


Abordando un tema tabú
Si bien los mitos en torno a la masturbación se van esfumando cada día más, y los hombres (así como también las mujeres) la asumen como parte de su sexualidad; no es menos cierto que, como ya dijéramos en el artículo sobre historia de la masturbación, esta es todavía un tema tabú, al menos en cuanto a su reconocimiento social. Entre jóvenes adolescentes es motivo de burlas y no dejan de escucharse frases peyorativas cuando van dirigidas a chicos a los que se los descubre haciéndola; y entre adultos es vista como un signo de poco hombre, porque "macho que se respete tiene siempre una mujer disponible para satisfacerse sexualmente". 

Por otro lado, aunque podría decirse que la mayoría de los hombres nos masturbamos, los patrones comportamentales en torno a esta práctica siempre están asociados a ámbitos solitarios y clandestinos, enmarcados por momentos en donde la norma es hacerla lo más rápido posible, con el menor ruido y procurando no dejar evidencias. Tal como lo expresara Ed Ergoth en su artículo "Conociendo mi bestia interna" (traducido y publicado en este blog con el nombre "La bestia: las energías instintivas, sexuales y creativas del hombre"), las prácticas masturbatorias se convierten, en la mayoría de nosotros, en actos compulsivos para descargar la energía sexual que nos inunda y tiende a dejarnos al final con sentimientos de culpa. Sin embargo, bien enfocada y dándole el espacio que merece la masturbación debe ser abordada como un acto que brinde un espacio para el autoconocimiento y la exploración consciente en relación con nuestra corporalidad.
 

David Groff, escritor y poeta californiano, expresa en el siguiente artículo su redescrubrimiento personal a través de la masturbación, deslastrándola de connotaciones de suciedad y culpabilidad. He aquí su testimonio:
  
Elogio de la masturbación
por David Groff

Un encuentro conmigo mismo
Una tarde de principios de primavera, hace dos años, me toqué a mí mismo de una manera nueva. Mirando atrás, hacia esa tarde, me divierte comprobar que aunque me había masturbado desde los cinco o seis años, en esta ocasión fue como si fuese la primera vez. Con el mágico poder de transformación de una crisis emotiva, tenía la posibilidad de redescubrir y relajar mi ser íntimo con el simple hecho de amarme y darme placer a mí mismo. Esa simple hora que dediqué a explorar en la cama mi propio y apasionado anhelo, mis zonas erógenas y de expandir la sensitividad del amor, cambió mi vida por completo.

Lo que experimenté ese día, y los meses que siguieron, era un único y poderoso sentido del amor y la ternura desde algo y por algo que había en mí mismo que me alivia y me colma. Después de dos años de considerar este amor erótico, intrafísico, con el que sigo, he llegado a creer que la masturbación contiene el potencial de algo de mayor significado para el bienestar, que la simple relación sexual. Creo que el amor autoerótico da una oportunidad para que emerja mi interioridad femenina y masculina en un acto de armonía que hace que disminuya la carga emocional relacionada con la proyección del Amado entre hombre y mujeres en nuestras vidas externas. Ello crea una atmósfera externa más libre desde la cual expresarnos a nosotros mismos y atraer a los demás. Quiero hacerles partícipes a ustedes de cómo se produjo en mí este proceso, y por qué creo que es comprensible, y discutible, para aquellos que puedan estar buscando una mayor satisfacción en sus relaciones y en sus vidas amorosas.


Empecé a "jugar conmigo mismo" conscientemente hacia los seis años. A los ocho se había convertido en parte de los rituales de la mañana y de la noche. De un modo u otro, había desarrollado el buen criterio de mantener esta deliciosa actividad solo para mí. Encontraba un gran consuelo en la cosquilleante y cálida sensación que a la vez me excitaba y me relajaba, y que me daba la seguridad de que, dondequiera que estuviese, siempre tendría un amigo secreto con quien jugar. En los tiempos en que mi madre y la Iglesia empezaban con sus urgentes advertencias acerca de los peligros y la corrupción inherente al abuso de sí mismo, yo era ya un adicto de mí mismo. Nunca consiguieron hacerme abandonar a mi primer amor. Pero sí que consiguieron hacer que me sintiese culpable, sucio y paranoico de que cualquiera pudiera estar informado acerca de mi "desagradable" costumbre. En cualquier caso, el placer se iba haciendo poco a poco cada vez más delicioso.

Mi relación con la masturbación
Siempre me he masturbado con más o menos regularidad desde esos primeros años. Tocarme a mí mismo me proporcionó una necesaria válvula de escape que me ayudó a sobrevivir en la adolescencia. Después siguió conmigo en tiempos de soledad y complementó las épocas de plenitud de mi vida. La culpabilidad seguía ahí, pero se redujo de forma significativa después de que escapase de debajo de las pesadas alas de la iglesia. Recuerdo a un cura que me decía en el confesionario que ninguna mujer querría nunca casarse conmigo si seguía haciéndolo.

En los primeros años de la edad adulta mantuve en un celoso secreto mi actividad autoerótica. Mientras iba siendo cada vez más capaz de relacionarme profunda e íntimamente con las mujeres, descubría que ellas se mostraban muy a menudo libre de prejuicios en cuanto a la masturbación como fenómeno, aunque a ninguna le gustaba demasiado saber que yo la practicaba a pesar de la calidad de nuestra relación. Lo que yo observaba es que era indiferente reconocer que la gente normal lo hacía, de manera que no había discusión acerca de los cómos, los porqués y la frecuencia. Parecía que lo que uno hacía consigo mismo era mucho más privado y tabú que lo que hacía con los demás. Me asombra que en unos tiempos sexualmente liberados, la masturbación, considerada ahora un comportamiento normal, arrastre aún el estigma de verse relacionada con la pasión insatisfecha, la inestabilidad sexual y el ensimismamiento.


Después de reflexionar sobre esta cuestión por algún tiempo, lo que me ocurrió fue que, a pesar de que la masturbación seguía proporcionándome la relajación física que yo buscaba para la frustración sexual, frecuentemente me dejaba con una sensación de vacío y soledad. Esta sensación de vacío parecía inherente a la experiencia y dejaba incompleta mis sensaciones. Este sentirme incompleto se tradujo en una sensación de insalubridad, y contribuyó directamente a mi incapacidad de hablar abierta y libremente de la masturbación y de los rituales que la acompañan. Reconocer como hombre que no estoy completo es difícil. A pesar de todo lo que sé de mí mismo, admitir que estoy perdiendo algo aparentemente amenaza la autoimagen que me permite actuar como un hombre en el mundo.

Me resisto a generalizar a partir de mis propias experiencias primerizas dando un sistema de ideas masculinas acerca de la masturbación. A lo largo de los dos últimos años, los amigos masculinos que han querido comentar sus propias experiencias en cuanto a la masturbación han reiterado mi experiencia. No me cabe duda de que eufemismos populares como "espasmo" y "gran sacudida" son indicios de actitudes muy extendidas. Hay un aura de irrisión e inautenticidad en torno al autoamor masculino. El referirse a la gente como "pajizos" o a las experiencias como "pajas", como lo hacen ciertas personas indignas de confianza y los cómplices de los negocios manipuladores, es algo que concuerda con tales actitudes. Los gestos de las manos relacionados con la masturbación ocasionalmente afloran como gesto de degradación, dando a entender que alguien es inferior. Yo creo que, para los hombres, la masturbación, que es algo que la mayoría practicamos, se experimenta con demasiada frecuencia como un fallo de nuestra hombría y como prueba de nuestra sexualidad enferma.


Mi experiencia con mujeres me sugiere que sus actitudes son parecidas, aunque quizás menos virulentas. El movimiento de las mujeres, y la relativamente nueva exigencia de satisfacción sexual y plenitud orgásmica, han impulsado a las mujeres a una relación más grata con sus cuerpos. Los sexólogos y las revistas populares para mujeres han animado a éstas a tocarse a sí mismas, a conocer sus cuerpos y zonas erógenas. Para muchas mujeres el medio para convertirse en orgásmicas comporta una gran dosis de autoamor. Aún así, las mujeres con las que he hablado de la masturbación reconocen que es una práctica infrecuente y tan sólo como medio para la relajación.

Una cuestión de autoamor
No ha sido sin cierto asombro como he echado la vista atrás a mi experiencia de dos años, maravillándome ante la constelación de circunstancias que rodean una nueva aproximación global al autoamor, junto con un mayor respeto hacia él. Llevaba dos meses de separación verdaderamente ingrata de mi mujer. Experimentaba la agónica sensación de haber sido rechazado y abandonado. Nuestra relación de doce años estaba totalmente hundida. Emocionalmente me sentía profundamente dolido y sentía terribles dudas acerca de mí mismo. Además, por primera vez en mi vida padecía de prostatitis, una inflamación de la próstata que conlleva una dolorosa inflamación de los testículos. El urólogo al que había consultado me había sugerido un tratamiento normal como lo más adecuado para lo que era una enfermedad común producto del agotamiento. La intimidad sexual con otra persona era imposible. El dolor y la incomodidad sólo podía aminorarse por medio de una masturbación regular. Las únicas fantasías sexuales que yo tenía se relacionaban con mi mujer, y eran emotivamente ingratas. El mismo estímulo era intensamente doloroso en un sentido físico. Me enfrentaba con un dilema increíble. Tenía que masturbarme, pero no podía hacerlo como siempre. Mis primeros intentos fueron tan dolorosos y difíciles que simplemente no podía continuar. Me sentía muy desdichado.
 

Perseveré a lo largo de esos difíciles días gracias al apoyo de algunos amigos amables y atentos, y a una firme determinación de aceptar esta experiencia y transformarme por ella. Sin disponer de mi mujer para el amor, elegí entregarme este amor a mí mismo y explorar nuevos caminos para ese mismo amor. Un amigo me habló de un adagio feminista que había escuchado: "Una mujer se convertirá en el hombre con quien quiera casarse". Decidí aplicármelo a mí mismo y convertirme en la mujer a la quería amar. El deseo de curarme física y emocionalmente, combinado con el estímulo de pensar en ello y de experimentar e aspecto femenino que se encarnaba en mí, culminaron en un nuevo ritual masturbatorio, organizado en torno a mi necesidad de amar y ser amado más que en la simple relajación sexual.
 
Un ritual para encontrarme a mí mismo
Finalmente lo conseguí, una tarde de primavera, en mi cama, con tiempo para estar conmigo mismo. Creé un entorno rico en texturas, música, incienso y aceites de masaje que pudieran estimular y agradar a aquel con quien había elegido estar. Muy suavemente, empecé a explorar y tocar mi cuerpo, como si yo fuese la mujer anhelada y amada. Ahora tenía la oportunidad de experimentar y expresar esas sensaciones con ella. Con la excitación del descubrimiento me aventuré en mis zona erógenas y descubrí sentimientos y sensaciones que a veces eran familiares y a veces nuevos. Pronto me sentí estimulado y deseoso. Era algo ingrato, pero en lugar de impulsarme hasta el umbral del orgasmo, relajé la respiración y el ritmo y volví a explorar mi cuerpo, conectando todo mi ser con la excitación que sentía. Durante cerca de una hora repetí el mismo drama de aproximaciones, relajaciones y retiradas. Mi cuerpo cantaba para mí de una forma que sólo había conocido en mis momentos más increíbles con una amante. Cuando me dejé ir más allá del umbral me sentí lanzado a un orgasmo total que enjugó todos mis miedos por el perdido e irrecuperable amor. Con aquella sensación de bienestar me vi a mí mismo tan esplendorosamente amado y tan completo como siempre lo había deseado.
 

Con esta experiencia me di cuenta de que había amado como si hubiese estado con mi bienamada. Me di cuenta de que me sentía mucho menos obsesivo al pensar en mi mujer. Necesitaba masturbarme con menos frecuencia según pasaba el tiempo porque mi estado físico había mejorado. Sentía una mayor satisfacción aparte de los momentos en que me tocaba. Y, sorprendentemente, necesitaba empeñar menos energía para crear una fantasía que catalizase mi excitación. Los tocamientos acariciadores y la amorosa atención que me concedía parecían del todo suficientes.
 
Esta experiencia de autoamor parece abarcar el potencial real y virtualmente indiscutible que la masturbación aporta a todos. No creo que la masturbación haya de seguir siendo una experiencia necesariamente cargada de connotaciones de suciedad, ensimismamiento y anhelo vacío. Creo que mi experiencia pone en cuestión las actitudes y rituales que los hombres perpetuamos en nuestro autoamor. ¿Qué pueden decir nuestros rituales autoeróticos tan orientados al logro y tan sumarios acerca de nuestras relaciones con nuestros propios cuerpos, con nuestros amantes internos? Y, ¿cómo podemos desarrollar estas actitudes en nuestras relaciones? Creo que la calidad de los rituales masturbatorios manifiesta el amor  que albergaos por nosotros mismos.
 

Se habla mucho estos días de la importancia de nuestra relación interna entre nuestros aspectos masculino y femenino. Se ha escrito mucho acerca de cómo depende nuestro desarrollo saludable del éxito de esta fusión interior. Procedente tanto de los psicoterapeutas como de los maestros espirituales, han aparecido elaboradas teorías acerca de este cortejo interno y de su impacto sobre nuestras relaciones en el mundo. Yo creo que los rituales masturbatorios conscientes que emparejan la energía erótica de nuestra sexualidad instintiva con un deseo de explorar, conocer y amar nuestro ser global pueden contribuir a que se incremente nuestro bienestar y nuestro autocumplimiento. Al dedicar un alto grado de atención a nuestros opuestos intrapsíquicos accedemos y reforzamos la comunicación de nuestra personalidad más saludable, tierna e íntima.
 
La ecuación amorosa que parece regular y gobernar nuestra capacidad para una vinculación incondicional sigue siendo "ama a tu prójimo como a ti mismo". Una experiencia consciente, apasionada y plenamente encarnada de autoamor se convierte en una afirmación del amor a todos. La calidad del vínculo interno queda reflejada fuera. La riqueza de mi matrimonio interior amplía el espectro de mis experiencias y emociones y puede abarcar mi relación con los demás. Así soy mucho más capaz de amar y apoyar la emergencia de los atributos masculino y femenino en los demás.
 

En cierto sentido parece por lo menos trivial decir que la masturbación es autoamor. La vemos desplegarse en forma no autoconsciente en los niños y luego desaparece. Cuando reaparece en la edad adulta se considera normal y casi aceptable, aunque queda encerrada en la terminología mecanicista como proveedora de la distensión de una energía instintiva reprimida. Y ésta es precisamente la razón de que el regalo que nos hacemos sexualmente a nosotros mismos siga siendo tan insatisfactorio. Satisface nuestros criterios de satisfacción, pero usualmente ignora el deseo de emergencia del aspecto psicoespiritual e instintivo. Cuando yo seguía este deseo de emergencia, me llevaba a internalizar la relación Yo-Tú con mi amada. Lo que se ha intuido y comprendido ahora se convierte en realidad dinámica y anímicamente satisfactoria. La masturbación se hace procreadora. ¿Qué es lo que ha nacido de este acoplamiento intrapsíquico? El amor tiene su propia química en cada uno de nosotros. Lo que imagino es que cuando esto ocurre, lo que emerge es una manifestación profundamente individualizada y auténtica de nuestra más auténtica identidad sexual. Presento esta posibilidad como incentivo suficiente para considerar y recrear la masturbación y los rituales que la acompañan.
 
 
Fuente bibliográfica:
Keith Thompson (editor). 1992. Ser hombre. Editorial Kairós. Barcelona (España).  

sábado, 25 de mayo de 2013

Breve historia de la masturbación

Una historia no oficial
Pensamos que es muy buena idea, en vista de que el mes de mayo está dedicado a la masturbación, y que la masturbación masculina es un elemento esencial como herramienta de conocimiento personal y sexual, describir cómo ha sido abordada esta práctica a lo largo de la historia.

Hemos tenido acceso a ciertas fuentes de Internet sobre el tema de la masturbación en la historia, algunas al parecer mejor sustentadas que otras. El trabajo mejor documentado es quizás el de Jon Knowles, en Planned Parenthood® Federation of America, Inc., del cual parecen derivar los demás artículos. Los mercurianos nos permitimos un trabajo de síntesis y, en algunos casos, una reestructuración del contenido, descartando lo superfluo y en lo posible mejorando el discurso. Así que ofrecemos esta versión "no oficial" sobre la práctica de la masturbación a través de la historia del mundo occidental. No pretende ser un texto exhaustivo, sin embargo tiene nuestro respaldo como una primera aproximación.

Pinceladas sobre la masturbación en la historia
La masturbación, la práctica sexual más común que realiza cualquier ser humano, es una actividad que no es propia del hombre moderno, sino que su práctica es inherente a nuestra especie, junto con muchos otros animales (como los mamíferos superiores) desde su aparición en el planeta. En el Homo sapiens representa la manera más básica de descargar esa energía erótica que nos inunda constantemente y que, bien enfocada, puede representar una experiencia de crecimiento personal.
Tocarnos y estimularnos sexualmente, solo o en pareja, constituye una necesidad presente en nuestra vida diaria. La masturbación, para la mayoría de los hombres, constituyó nuestro primer acercamiento a la sexualidad en nuestros primeros años de la adolescencia, y actualmente, para la mayoría de nosotros constituye una práctica común, incluso cuando tenemos una pareja con la qué satisfacernos sexualmente.
Este comportamiento sexual, más cercano al instinto de cualquier animal, quedó plasmado, desde el comienzo de la historia humana, en diversas pinturas rupestres; luego fue objeto alabanzas o rechazos, según la manera como fue concebido. He aquí un breve resumen de la masturbación a través de la historia:

2500 a 800 años a.C. Los antiguos mitos provenientes de Mesopotamia y Egipto hacen mención del dios Apsu, el rey del agua, quien nació del océano primigenio, creándose a sí mismo por medio de saliva, lágrimas y la masturbación, y dio forma a la Vía Láctea.

El Antiguo Testamento de la Biblia judeo-cristiana, que junto con el Nuevo Testamento, es quizás el libro más influyente en la concepción de la vida del mundo occidental desde los inicios del crsitianismo, no hace ninguna mención expresa sobre la pertinencia o no del acto masturbatorio. Pero en épocas posteriores, algunos teólogos se valieron de ciertos pasajes para influir sobre las conductas sexuales de las personas, particularmente los cristianos de antes del primer milenio después de Cristo.

Siglo IV a.C. En pleno esplendor de la cultura Helénica, a excepción de los espartanos que la condenaban porque evitaba la procreación, el resto del pueblo griego consideraba a la masturbación un regalo del cielo. Aseguraban que el dios Hermes (Mercurio para los romanos) enseñó a su hijo Pan a hacerla, para que pudiera consolarse de los rechazos que le hacía la ninfa Eco. Posteriormente Pan enseñó el arte a los pastores de la Arcadia y de allí al resto del pueblo griego.
La masturbación era considerada entonces un obsequio de los inmortales, y los hombres y las mujeres la hicieron una actividad meramente personal en ambientes completamente privados, una costumbre que quiso erradicar por completo el filósofo Diógenes también llamado "el cínico", quien, estando un día en el ágora, decidió levantarse la túnica para auto complacerse delante de todo el público presente, pues pretendía enseñarle a sus seguidores que tal acto humano no puede considerarse vergonzoso y que todas las buenas prácticas deberían ser realizadas en público.

Siglo II d.C. Galeno, griego considerado el padre de la medicina, aseguraba que cuando un hombre no liberaba el semen de su organismo, este podía ser perjudicial para su salud, y precisamente ponía como ejemplo a Diógenes el cínico, a quien consideraba una persona sumamente culta, ya que llevaba una vida sexual activa y recurría a la masturbación para siempre mantenerse en buen estado.
 
Siglo V. Gracias al cristianismo la masturbación cayó en desgracia. Los primero padres de la iglesia católica condenaban cualquier acto de carácter sexual que no fuera con fines estrictamente reproductivo. Agustín de Hipona, considerado el más grande entre los padres de la Iglesia, llegó a decir que la masturbación y las relaciones sexuales sin llegar a la penetración eran pecados muchos más graves que la violación, el incesto o el adulterio, pues eran prácticas sexuales no reproductivas y por tanto, antinaturales. La fornicación, la violación, el incesto y el adulterio estaban agrupados dentro del grupo de "pecados naturales"; por el otro lado estaban el bestialismo, las prácticas homosexuales y la masturbación, agrupadas dentro de los "pecados antinaturales", por lo que eran consideradas más graves y condenables que los pecados naturales. Esta enseñanza fue transmitida a todos los pueblos cristianos de Europa.

Siglos IX al XV. La idea de considerar a la masturbación como un hecho condenable continuó durante toda la Edad Media y el Renacimiento. En el siglo XIII, el padre de la Iglesia Santo Tomás de Aquino, en su libro Summa Theologica hizo eco de los postulados de Agustín, condenando cualquier acto contranatura. Incluso el teólogo Jean Gerson (1363-1429), escribió un manual para que los sacerdotes indujeran a que los feligreses confesaran su práctica "para arrancar de sus corazones el pus de ese sucio pecado", así como determinar las penitencias a ser impuestas para quienes confesaran su culpa, las cuales iban desde un mes continuo de oración hasta la práctica del ayuno.
 
Siglo XVI. Si bien la Biblia no menciona expresamente a la masturbación, Martín Lutero hizo una interpretación errónea de un pasaje bíblico al que asoció directamente con ella. La historia de Onán, nombre que luego fue asociado a la masturbación (a esta también se la llama "onanismo" en algunos círculos, particularmente religiosos), no se refiere expresamente a esta forma de autoerotismo. Según este pasaje bíblico, Dios ordenó a Onán a fecundar a su cuñada viuda. Onán copuló con ella pero, justo antes del momento de la eyaculación, retiró su pene de la vagina de su cuñada y "derramó su simiente", lo que causó la ira de Dios y por lo tanto su muerte. Con la confusión del acto de Onán con la masturbación por Lutero, cuando en realidad se trataba de un simple "coitus interruptus", el padre de la contrarreforma la condenó de nuevo como pecado mortal, lo cual contribuyó fuertemente a estigmatizar esta práctica.

Sin embargo, Gabriel Fallopio trató de hacerle frente a las creencias, mal infundadas por la iglesia, sobre los aspectos negativos de las prácticas sexuales. Este científico, experto en anatomía, promovió una serie de ejercicios exclusivos para varones, en los que los invitaba a masturbase y jalarse con fuerza el pene para estirarlo, fortalecerlo y así aumentar su potencia para la procreación; ideas que fueron rechazadas por la mayoría de la sociedad del momento. De hecho, las "reglas penales" del Emperador Carlos V, en 1532, imponían la pena de muerte a los masturbadores, los que tenían relaciones con personas del mismo sexo y los que usaran cualquier tipo de preservativos.

Siglo XVII. El Papa Inocencio X condenó a J. Caramuel por argumentar en su “Theologia Moralis Fundamentalis” que la autoestimulación genital, en algunas circunstancias, podía ser beneficiosa para la salud, se consideraba que cualquier médico que prescribiera la masturbación como práctica terapéutica a sus pacientes estaba cometiendo pecado mortal.
En Francia, se acusó a los preceptores de Luis XIII de enseñarle a masturbarse. En este caso el mal era considerado aún mayor, pues el primer deber de un rey era dejar descendencia.

Siglo XVIII. En 1716, la obra Onnania o el abyecto pecado de la autopolución, de autor desconocido, combinó los argumentos morales y religiosos en contra de la masturbación, con el concepto médico de que la masturbación era una aberración y que su práctica causaba enfermedades y desfiguración física.
 
Décadas después, el médico Samuel Tissot publicó un libro titulado “El onanismo”, en el cual intentó describir científicamente el, en ese ya entonces harto conocido, “mal de la masturbación” y otros mitos sobre esta práctica sexual, junto con el llamado “síndrome post-masturbatorio”. Este texto contribuyó también a la opinión sesgada y abiertamente negativa hacia las prácticas masturbatorias por parte de las instituciones sociales y religiosas de su época que lo respaldaron, y el cual llegó a imprimirse hasta bien entrado el siglo XX.

Siglo XIX. Junto con los estudios de Tissot, varios libros de medicina editados más tarde, aseveraban que el aletargamiento, la locura pasiva, así como la caída del cabello e incluso la muerte, eran las consecuencias para aquellos que llegaban a masturbarse con frecuencia. La práctica de la masturbación seguiría siendo condenada, esta vez amparada bajo fundamentos supuestamente científicos, pero que no pasaban de ser simples suposiciones, para mantener los principios religiosos y morales establecidos con respecto a las prácticas sexuales de la época.

El Dr. Révéillé Parisé, en 1828, escribió: “En mi opinión, ni la peste, ni la guerra han tenido efectos tan desastrosos para la humanidad como el miserable hábito de la masturbación”. En esa misma época, en Estados Unidos surgió un movimiento en contra del autoerotismo, en donde se crearon todo tipo de artefactos para evitarlo, y se alentaba a todas las familias a espiarse mutuamente para delatar a todo aquel que en casa se masturbara, los cuales recibirían el repudio social, y podían ser encerrados en manicomios o incluso ser sometidos a la castración.
En el libro Plain Facts, el Dr. J. H. Kellogs (uno de los hermanos inventores del famoso cereal de maíz Kellogg´s Corn Flakes) expresaba que la masturbación era uno de las más peligrosas conductas sexuales, producto del ocio, las pasiones sexuales anormales, la gula, el trabajo sedentario y los alimentos excitantes e irritantes, por lo que recomendaba que para que los niños abandonaran las ganas de masturbarse debían comer cereales con leche fría en vez de caliente en el desayuno, vendarles los genitales y atarles las manos a los postes de la cama para que no se la llevaran a sus partes íntimas. Estas estrategias se diversificaron posteriormente hasta el punto de colocarles camisas de fuerza, aplicar sanguijuelas o quemar sus genitales. Incluso se llegaron a sugerir diversos artefactos como guantes de metal para las manos, o anillos con púas internas para que, cuando el pene se erectara, volviera a su estado de reposo. Ya por estos tiempos los médicos recomendaban circuncidar a los varones para evitar que estos se manipularan excesivamente los genitales al retraer el prepucio para asearse.
 
Para finales del siglo XIX y principios del XX, las ideas relacionadas con la masturbación fueron cambiando poco a poco, gracias a las posiciones bien cimentadas y sustentadas científicamente como las del Dr. Havelock Ellis, quien en 1899 publicó un libro en el que atacó a Tissot y sus seguidores. En este argumentaba:
... los conceptos erróneos de muchas autoridades médicas que se habían dejado llevar por las tradiciones, aun hasta nuestras épocas; el arma poderosa que se había puesto en manos de curanderos inescrupulosos, el sufrimiento, el horror y el remordimiento vivido en silencio por muchos miles de jóvenes inocentes e ignorantes. . . Durante los últimos cuarenta años, los esfuerzos de muchos médicos distinguidos . . . gradualmente han logrado derribar ese espectro maligno de su pedestal, y ahora . . . hasta hay una tendencia a considerar a la masturbación como normal.

Sin embargo, a pesar de la recomendación de desvirtuar a la masturbación como un acto enfermizo y cargado de pecado, Ellis advertía que, aunque la masturbación liberaba el estrés y tenía un efecto sedante, el “exceso” de masturbación producía neurastenia, que es una forma de debilidad psicológica, emocional y física generalizada.

También, según sus trabajos, Sigmund Freud, llegó a postular que masturbarse podía traer grandes beneficios a la salud del organismo, tales como aliviar el estrés y evitar enfermedades de transmisión sexual, aunque aseguraba que quien no controlara sus instintos, podría caer en la neurosis.

Siglo XX. Durante los primeros años del siglo XX la masturbación no dejó de estar influida por los prejuicios de siglos pasados. Personajes de la talla del psicólogo G. Stanley Hall o el fundador de los boy scouts, Lord Robert Baden-Powell aconsejaban evitarla a toda costa.

En 1917, Magnus Hirschfeld y Wilhelm Stekel, este último adversario de Freud, demostraron que nunca se había probado científicamente que la masturbación tuviera un efecto negativo para la salud, por lo que las investigaciones en torno a los hábitos sexuales de las personas se intensificaron. Ya entrados en las décadas de los 20 y los 30, la masturbación dejó de verse como algo dañino para el cuerpo, aunque todavía algunos psicólogos y psiquiatras creían que conducía a desequilibrios mentales.
 
Aunque por aquellos años todavía continuaba siendo un estigma en ámbitos sociales y religiosos: un estudio reveló que 9 de cada 10 menores al que se les sorprendía masturbándose eran severamente castigados, amenazados o aterrorizados por sus representantes adultos, diciéndoles que se volverían locos o ciegos, o bien que tendrían que castrarlos.

Las publicaciones científicas y los libros de divulgación tuvieron un papel fundamental en tumbar el mito de la masturbación como estigma social. Por ejemplo, libros como The Encyclopedia of Sexual Knowledge (1937), o The Encyclopedia of Sexual Knowledge (1940), advertían que tratar de impedir la masturbación con amenazas, dietas, ejercicios u otras prácticas era inútil porque la persona pasaría todo el tiempo pensando en ella, luchando contra la tentación y finalmente rindiéndose a ella, para luego sufrir remordimientos y sentimientos de culpa, con lo que el ciclo volvería a comenzar.
 
Los estudios a partir de 1940 demostraron que la manera en que los chicos en su primera adolescencia comenzaban a explorar su potencial erótico era a través de la manipulación del pene. Este también revelaba que la mayoría se enteró de la masturbación gracias a otros jóvenes o adultos, y la mitad admitió haberla experimentado en sesiones de masturbación colectiva.
 
La percepción de que la masturbación no era una práctica enfermiza terminó de esfumarse debido a la publicación hecha por Alfred Kinsey, de sus investigaciones sobre la conducta sexual de los seres humanos, la cual llevó a cabo por casi 15 años. En ellas pudo demostrar que el masturbarse era algo normal y natural, que el 97% de los hombres y el 62% de las mujeres que participaron en el experimento aceptaron haberlo hecho por lo menos una vez en la vida.

Ante tales declaraciones, Kinsey fue perseguido, tanto por líderes religiosos como políticos, que creían que todo era parte de una conspiración, a tal grado que se le retiraron todo tipo de fondos para proseguir con sus labores; sin embargo, las investigaciones sobre este tema continuaron.

En 1969, Wardell Pomeroy, colega de Kinsey, expresaba en un libro dedicado a los jóvenes de ambos sexos en relación a su sexualidad:
... no puede causar ningún daño físico, contrariamente a otras creencias, sin importar la frecuencia con que se practica... La masturbación es una experiencia placentera y excitante... permite liberar tensiones y por lo tanto es valiosa en muchos sentidos... representa un escape para la fantasía y para la ensoñación que son características de la adolescencia... Por sí misma ofrece una variedad que enriquece la vida sexual del individuo... No sólo no es dañina sino que es positivamente beneficiosa y saludable y debe ser alentada porque ayuda a los jóvenes a crecer sexualmente de forma natural.
Ya para la década de los 70, prácticamente ningún estudiante universitario creía que la masturbación originara algún problema físico o mental. Pasado el medio siglo, la posición médica y científica respecto a esta práctica como una actividad normal en el ser humano siguió teniendo resistencias, particularmente en los medios religiosos.

En 1976, el Vaticano publicó el documento Declaration on Certain Questions Concerning Sexual Ethics, el cual hacía eco de declaraciones de la Congregación Católica Romana para la Doctrina de la Fe, en la que expresaba que la masturbación constituía un grave problema moral que contradecía las enseñanzas y las prácticas de la Iglesia Católica y que representa un desorden intrínseco serio, también sentenciaba que "cualquiera sean las motivaciones para actuar de esta manera, el uso deliberado de las facultades sexuales fuera de la relación marital esencialmente contradice los fines de tal facultad".
En 1994, un grupo de investigadores concluyeron que la mitad de las mujeres y hombres adultos que se masturban se sienten culpables por hacerlo, lo que demuestra que los antiguos estigmas contra la masturbación aún están vivos y afectan por igual a mujeres y hombres. Otro estudio del año 2000 concluyó que muchos jóvenes adolescentes todavía sienten miedo de admitir que se masturban.
 
No es de extrañar que ya avanzado el siglo XXI, las ideas en torno a la masturbación sigan en conflicto. Si bien los medios de comunicación de masas, como la literatura de divulgación científica y el internet, han promovido los alcances beneficiosos de las prácticas masturbatorias, en algunos casos también se ha difundido su condena, particularmente asociados a ideas moralistas ortodoxas.

Fuentes consultadas:

martes, 14 de mayo de 2013

Mayo, el mes de la masturbación


Una iniciativa con 18 años de tradición
Desde al año 1995, mayo es considerado el mes de la masturbación. Esta designación tiene como propósitos promocionar la masturbación como una práctica saludable, así como una alternativa frente a los riesgos que traen las infecciones de transmisión sexual como el SIDA.

En la ciudad de San Francisco, durante una conferencia en las Naciones Unidas con motivo al Día Mundial del SIDA en 1994, la Directora General de Salud Pública de los Estados Unidos (Surgeon General) Joycelyn Elders, fue interpelada por un miembro de la audiencia que aludió al potencial que tenía la masturbación para frenar la actividad sexual temprana y prevenir formas riesgosas de sexo entre los jóvenes. Ella respondió, "creo que la masturbación es parte de la sexualidad humana y algo que quizás deba ser objeto de enseñanza". Aquella respuesta representó el final de la carrera de la Dra. Elders pero el inicio, a nivel mundial, del mes de la masturbación.

¿Es malo masturbarse?
Aunque todavía en muchos ámbitos de la vida social del mundo occidental existen muchos mitos en torno a la masturbación, la cual es considerada como un acto condenado y pecaminoso, tanto por los círculos religiosos como por algunos gremios médicos (si acaso se asume que sólo es admisible entre los púberes), para la ciencia médica no es ningún secreto que el 98% de los hombres se masturban.

Sin embargo, con el resurgimiento de alternativas sobre prácticas saludables para las personas, la masturbación tiene ahora un puesto de más tolerancia, está mejor estudiada y mejor considerada, ante evidencias de que es parte de la naturaleza humana, dado que suele ser una práctica corriente, natural, saludable y placentera.
El mes de la masturbación suele buscar los siguientes propósitos:
  1. Promover su práctica, especialmente entre los jóvenes de ambos sexos, y motivar el aprendizaje de sus técnicas y recursos. 
  2. Ayudar a aquellos que ya lo disfrutan, para ahondar en el autoconocimiento y promover sus beneficios sin culpas. 
  3. Finalizar con la condena que se tiene sobre ella, y aclarar que las consecuencias de su práctica deviene en un conocimiento más profundo de nuestra sexualidad y de nuestra corporalidad. Hacerlo diversifica y enriquece nuestro repertorio sexual y puede ser practicada tanto en solitario como con nuestras parejas sexuales por hombres de cualquier edad.
Nuestro consejo es aprovechar este mes de la masturbación para aprender un poco más de esta práctica y promoverla, para lo cual estaremos publicando algunos artículos asociados con ella. Recomendamos para todos los hombres (de cualquier preferencia sexual), consultar la página - en inglés-: The Masturbator´s Sanctum, de donde estaremos extrayendo algunos artículos y los estaremos traduciendo al español.
Fuentes consultadas:
http://proceso.com.do/internacionales/14649-mayo-es-el-mes-de-la-masturbacion-en-el-mundo.html
http://www.examiner.com/article/is-may-really-national-masturbation-month